No tengas miedo de aprender... ¡Nunca es tarde!

martes, marzo 26, 2013

¡Me perdí!


...Entonces, ¿en qué estoy?
Flotando en la nada, con los pensamientos atochados dentro de mi mente, uno sobre otro, sin un orden lógico, imágenes fugaces de días anteriores, de años atrás, conversaciones intensas, risas, llantos, abrazos, seriedad, gestos pequeños, unos cartelitos con elefantes dibujados, dulces, estrellas, canciones, emociones... La nostalgia me invade nuevamente, ¿por qué?
Siento que aún tengo asuntos pendientes de años anteriores, y quisiera poder resolverlos prontamente. 

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Una duda...

¿Dónde van las cosas perdidas? Siempre imaginé el fondo de un campo, oscuro y lejano, irreal -aunque cierto, aunque verdadero-, llenísimo de recuerdos, de pasados, de olvidos, de memorias, de incertidumbres, de perfección -porque toda perfección nace para perderse-, que nos pertenecieron y ya no nos pertenecen. Las cosas perdidas descansan, puras, lejos de nuestro alcance y nuestras manos. Las cosas perdidas están allí donde ya no debe buscarse...
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Me perdí en la ciudad. 
Me perdí entre tanto alboroto y tanto escándalo. Había olvidado ya lo que era andar sin audífonos ni música de fondo  El haber perdido mis acompañantes fieles me ha significado un dolor de cabeza insoportable. ¿Cómo es posible que la gente hable tan fuerte? ¡Y de cosas que carecen importancia! Al menos para mí... ¿Cómo no entienden que hay cosas que deberían hablarse de forma y en un tono más privado? No quise escuchar la conversación de dos mujeres que iban delante de mí caminando, a paso lento, sin prisa, mientras hacia tras de mí se formaba un taco que de seguro retrasaba a alguien en algo importante; pero las palabras que utilizaban no eran de una persona decente. Y al menos eso parecían ellas...
Como sea, me perdí...

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No puedo comprender ese intento desesperado, esa lucha, por evitar lo inevitable. ¿Se trata de una exaltación de la voluntad? ¿De un instinto de conservación? ¿De la bendita esperanza? Quien ha querido en vano sabe que la vida no espera que ganemos batallas perdidas.

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Intentando robar sonrisas para mi alma...
Compré boletos de alegría para personas de mi al rededor. ¿Cuánto debo esperar para dárselos? ¿cuándo será el tiempo indicado? ¿debo esperar a que se note un atisbo de tristeza en sus rostros para regalárselos; o debo actuar inmediatamente, para fortalecer -o validar- las sonrisas que ya tienen?
Verlos sonreír me sosiega. Me calma, me llena, me tranquiliza. Me descomprimen de lo que la vida me comprime. ¡Me fascinan!

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